miércoles, enero 03, 2018

Réquiem por el sueño americano, de Noam Chomsky


Si no me equivoco, este libro es una especie de transcripción o versión extendida del documental homónimo en el que Noam Chomsky, una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo, expone "Los diez principios de la concentración de la riqueza y el poder". Aunque se centra en Estados Unidos, el modelo nos sirve en muchas de sus partes para comprender la economía actual, las estrategias de los gobiernos y el mecanismo de los mercados: primero porque lo que sucede en aquel país nos acaba afectando, siempre, de una manera u otra, y segundo porque muchos de esos mecanismos y de esas estrategias se utilizan en países europeos. Esencial para saber por qué unos son tan ricos y otros son tan pobres, entre otros factores de enorme interés. Aquí van unos ejemplos:

La política se ha diseñado de manera que incrementa la precariedad. Cuando Alan Greenspan declaró ante el Congreso, explicó que el éxito de su gestión económica se basaba en lo que él denominó "una mayor inseguridad del trabajador". Si se mantiene a los trabajadores en una situación precaria, se les podrá controlar mejor. No van a pedir salarios decentes, ni condiciones laborales dignas, ni la oportunidad de asociarse libremente, es decir, sindicarse. Si se sienten inseguros, no pedirán demasiado. Estarán encantados; ni siquiera les importará tener trabajos miserables, no exigirán salarios ni condiciones laborales decentes, no pedirán prestaciones… algo que, para según qué teorías, se considera una economía saludable.

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En la actualidad, en los Estados Unidos se trabaja muchas más horas que en otros países similares, lo que tiene un efecto disciplinario –menos libertad, menos ocio, menos tiempo para pensar, más obediencia, etcétera– y graves consecuencias.
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A los amos de la humanidad les parece bien. Ellos obtienen sus beneficios. Pero para la población es demoledor. Estos dos procesos, la financiarización y la deslocalización, son parte de lo que conduce al círculo vicioso de la concentración de la riqueza y el poder. Los productores siguen ganando mucho dinero, pero en otros países. La mayoría de las corporaciones estadounidenses consiguen la mayor parte de sus beneficios del extranjero, lo que crea innumerables oportunidades de trasladar la carga de sostener la sociedad al resto de la población.  

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Las campañas se financian no sólo para que gane un candidato. La financiación de un candidato es una forma de comprar acceso, algo que entienden muy bien quienes la practican. El candidato les dará acceso privilegiado porque quiere que la financiación continúe. Y, cuando el candidato gane, "acceso privilegiado" significará que los abogados de la corporación pasarán a formar parte del equipo legislativo, de quienes redactan las leyes. Los legisladores ni siquiera suelen saber qué pasa, pero las personas que en realidad hacen el trabajo –los abogados de la corporación en cuestión– los inundan de supuestos datos, argumentos y toneladas de material; básicamente son ellos quienes escriben las leyes. De modo que las políticas resultantes son las que han redactado los grupos de presión y los abogados de las grandes empresas, que han accedido a ese poder mediante la financiación.

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La idea es intentar controlar a todos, convertir toda la sociedad en el sistema perfecto, en una sociedad basada en una díada, un par. El par eres tú y tu televisor, o ahora quizá tú y tu iPhone e Internet, y eso nos muestra cómo deber ser la vida, qué clase de artilugio debemos tener, cómo tenemos que cuidarnos. Luego invertimos nuestro tiempo y nuestro esfuerzo en conseguir esas cosas que no necesitamos o no queremos (seguramente las tiraremos), pero ésa es la medida de una vida decente.

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Todos los que hayamos encendido un aparato de televisión sabemos que la industria se gasta cientos de miles de dólares en intentar crear consumidores desinformados que tomen decisiones irracionales: en eso consiste la publicidad.

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Hace unos años, la industria publicitaria reconoció que había un sector de la población al que no llegaban: los niños. Como los niños no tienen dinero, no les habían dedicado sus anuncios. Pero los publicistas cayeron en la cuenta de que se trataba de un error. Tal vez los niños no tengan dinero, pero sus padres, sí. Y así se dio un nuevo paso en la industria publicitaria, que se denominó "la psicología del incordio".


[Sexto Piso. Traducción de Magdalena Palmer]