viernes, noviembre 10, 2017

David Lynch por David Lynch [Chris Rodley, editor]


Fue más o menos entre finales de los 90 y principios del 2000 cuando salió esta magnífica colección en Alba Editorial: libros de conversaciones con artistas del calibre de David Lynch, Brian De Palma, Martin Scorsese, William Burroughs o David Cronenberg. Entonces compré sólo uno de ellos, el de Tim Burton, pensando que, en breve y como habían hecho en Estados Unidos, los reeditarían en edición ampliada. Mi equivocación fue mayúscula porque, desde entonces, sólo han reeditado en edición ampliada el de Burton. Supongo que los otros autores no interesaron tanto a los lectores. Así que me he pasado años en busca de estos libros, los títulos que me interesaban: agotados, descatalogados y casi imposibles de encontrar. El de David Lynch era el último que me faltaba y por fin lo he conseguido en una librería de saldo de Madrid, que lo vendía a sólo 10 euros (otros libreros lo ofrecen por 40 o 50 pavos). Para quien quiera leerlo, que no se preocupe demasiado porque lo han reeditado en la editorial argentina El Cuenco de Plata (con el título acortado: Lynch por Lynch; y creo que con otra traducción), y es de suponer que un día de éstos llegue a España.

Como imaginarán los fans de Lynch, entre los que por supuesto me cuento, en estas entrevistas desvela unos cuantos datos jugosos, algunos de los cuales ya anticipaban las líneas por las que se iba a mover la continuación de su serie Twin Peaks. Lo malo es que esta edición sólo abarca hasta Carretera perdida, lo que deja fuera obras mayúsculas como Mulholland Drive, Una historia verdadera o esta tercera temporada de Twin Peaks, además de sus nuevos cortos, los documentales en torno a su obra, etcétera. Lo que copio a continuación no son respuestas completas, sino pedazos, fragmentos cogidos de aquí y de allá, que me han llamado la atención y que servirán de pistas para quien quiera leerlo, ya consiga la copia española o la argentina:

Cuando hablas sobre algo, a no ser que seas un poeta, las cosas grandes se empequeñecen.
O, en el caso de los críticos, en cuanto dices algo ellos dicen: "Ah, sí, eso ya lo sabía". Pero había que decirlo para que fuera real. Además, decir lo que es algo lo limita. Se convierte en eso y nada más que eso. Y a mí me gustan las cosas que son algo más. Pasa igual con los autores muertos: lees su libro y él ya no está y no puedes hacerle preguntas y, aun así, tú sacas toneladas de cosas de él. Da igual lo que pensara. Sería interesante, pero no importa. Lo que yo pueda decirte sobre las intenciones de mis películas es irrelevante.

**

El dormitorio principal medía ocho por ocho y toda la casa me costó 3.500 dólares. ¡TODA LA CASA! ¡Así que ya puedes imaginarte en qué clase de barrio estaba!
La zona tenía un gran ambiente: fábricas, humo, vías de tren, bares, los personajes más extraños y las noches más oscuras. La gente llevaba historias grabadas en sus caras y vi imágenes imborrables: cortinas de plástico sujetas con tiritas, ventanas rotas tapadas con trapos viejos. Una niña rogando a su padre que volviera a casa y él sentado en el bordillo de la acera; unos tíos sacando a otro de un coche en marcha. Toda clase de escenas.

**

Bueno, el cine en realidad es voyeurismo. Te sientas en la seguridad de la sala, y la visión es algo tan poderoso… Queremos ver cosas secretas, realmente queremos verlas. Cosas nuevas. ¡Nos vuelven locos, como sabes! Y cuanto más nuevas y secretas sean, más queremos verlas.

**

[Preguntado acerca de la "corrección política"]: Te diré lo que significa: ¡es casi una trama maligna, satánica! Es algo diabólico. Es esa manera falsa de no ofender a nadie. Ser políticamente correcto es como ser tibio, y permanecer en ese extraño rinconcito desde el que no se puede ofender. Es como esconderse.

**

Es difícil contar la verdad sin ofender a alguien. ¿Y quién sabe la verdad? Sólo recordamos lo que queremos recordar. Es difícil llegar a la verdad.

**

[Acerca de su "estallido de creatividad" en torno a 1990]: ¡Fue un estallido de destino! Siempre estaba haciendo montones de cosas, o estaba preparado para trabajar. Pero, a veces, el destino no abre la puerta, ya sabes. El semáforo está en rojo. Pero, en cuanto te dan la oportunidad de hacer algo, y luego algo más y luego más, lo haces. Aunque te diriges hacia la gran caída. Todo el mundo llega a ese punto en el que las cosas empiezan a darte la espalda.


[Alba Editorial. Traducción de Manu Berástegui y Javier Lago]