martes, enero 31, 2017

Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder



Cuando le preguntaban a Diana Vreeland si sus recuerdos más extravagantes eran factuales o ficticios, ella respondía: "It's faction".
Éste es un libro de pura facción. Todo en él es rigurosamente exacto: los personajes son reales, los lugares existen (o han existido), los hechos son auténticos y las fechas son todas ellas verificables en biografías o manuales de historia. Lo demás es imaginario, y por este sacrilegio ruego a los hijos, nietos y bisnietos de mis protagonistas que disculpen mi intrusión.

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-Para escribir tendrás que encontrar un lugar tranquilo, fuera de la ciudad –continuó Oona–. Mi padre [Eugene O'Neill] escribe en una cabaña al fondo de su jardín.
-¿Ah, sí?
-Ya lo creo. Odia a los periodistas y no sale nunca. Un escritor no vive en el mundo, se encierra en una casita para trabajar, de lo contrario no es un escritor, es un bufón. La expresión "escritor neoyorquino" es una contradicción en sus términos.
Lo ponía a prueba a cada instante. Siempre hay un momento en el que un hombre enamorado se siente como un parado en una entrevista de trabajo. Jerry trataba de ganar puntos en cada frase. Cuando Oona sonreía, para él equivalía a un billete de lotería premiado.

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Enamorarse es tener un nuevo problema por resolver. ¿Tenía que llamarla o escribirle una carta? ¿Cómo volverla a ver sin quedar como un pelmazo? ¿Cómo despertar la admiración de una niña mimada y admirada a su vez por la flor y nata de Nueva York? Jerry había entrado en guerra mucho antes que su país.

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Eugene O'Neill pronuncia estas frases como si las leyera en un teleprompter invisible, con la dicción de un actor principiante, vocalizando demasiado y con los ojos clavados en la pared.
[…]
-¿Dónde vive usted?
-En Nueva York. ¿Por qué?
-Deje Nueva York por una casa tranquila, lejos del mundanal ruido. En su novela habla de una cabaña en el bosque; encuéntrela y escuche el consejo de un viejo chocho: debe apartarse de las intrigas de salón para construir su obra. Intuyo en usted una locura tan grande como la mía… Su "guardián entre el centeno" es usted durante la guerra, ¿verdad? ¿Vio morir a muchos de sus camaradas?

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En Corsier-sur-Vevey visité la casa de la familia Chaplin, que pronto se convertirá en museo. Quizá en un futuro próximo la mansión de Ban se rebautice y pase a llamarse "Chaplin's World". Por desgracia, la casa blanca todavía no está abierta al público. […] ¿Está encantada la propiedad deshabitada donde Oona vivió toda su vida? Sus hijos y nietos cuentan que, al morir Charlie, su madre y abuela se parapetó en el silencio. Oona Chaplin murió a los sesenta y seis años de un cáncer de páncreas, el 27 de septiembre de 1991, veinte años antes que Jerry Salinger. Una de sus últimas frases fue: "What the fuck did I do with my life!".

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Nuestras vidas no tienen importancia, se hunden en el fondo del tiempo, pero hemos existido y eso nada lo puede impedir: por muy líquidas que sean, nuestras alegrías no se evaporan nunca.


[Anagrama. Traducción de Francesc Rovira]