jueves, mayo 19, 2016

Volt, de Alan Heatchock


Unos fragmentos de este contundente libro de relatos, que hoy recomiendo en Playtime / El Plural:

-Tengo algo que proponerte –dijo Ham–. Así que escúchame.
Winslow agarró el cuchillo y miró a Ham.
-Eres el tipo más duro que he conocido en mi vida. Y verás –proyectó un pulgar hacia el corral–, esos chavales de ahí fuera quieren apostar cien pavos a que su chico puede tumbarte de un puñetazo. –Ham golpeó el tarugo con los nudillos–. Conozco a ese muchacho. Es grande como un autobús, pero lo que tiene de grande lo tiene de nenaza –dijo–. ¿Qué me dices, Red? ¿Cuarenta para mí y sesenta para ti?
La sangre brillaba en las manos de Winslow. Se odiaba a sí mismo. Todo esto me lo tengo bien merecido, pensó. Soltó el cuchillo, asintió a Ham.
Winslow siguió a Ham hasta la puerta donde se habían reunido los chicos dando brincos como cachorros. El que le sacaba una cabeza a los demás, ancho como una puerta, arrojó a un lado su chaqueta universitaria verde y dorada e hizo crujir su puño rollizo. Ham situó a Winslow contra la cerca. El chico se plantó ante él.
-Esto va por Harold –le bufó.
Winslow indicó con un gesto que estaba preparado.
Un gancho como un ladrillo atado a una cadena lo lanzó contra la cerca y le hizo rebotar hacia adelante, pero se mantuvo en pie. Exhaló a través de los dientes. Inhaló con calma. La voz de Ham sonó por encima de las maldiciones de los chicos. "Este es mi salvaje. Mi roca".
[Del relato "El mercancías detenido"]

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-¿Alguna vez has sentido que se te va la olla? –dijo Hep–. ¿Cómo si no hubiese una sola persona en el mundo que pudiera entenderte? Creo que estoy loco. De verdad que pienso que tengo que estarlo. –Walt miró a Hep a la cara, inundada de reflejos metálicos–. A veces me gustaría estar en las películas –dijo–. No ser famoso ni nada de eso. Solo estar hecho de luz. Entonces nadie me conocería salvo por lo que viesen en la pantalla. Solo sería luz sobre la gran pantalla, no un hombre, para nada.
A Walt se le empezaron a calentar las orejas.
-Yo un día me largaré –dijo–. Al oeste. Puedes venir conmigo si quieres. –Su voz sonó ansiosa, insegura–. Podemos cuidar el uno del otro.
Walt oyó voces abajo, en la carretera, Lonnie y las chicas les estaban gritando que se diesen prisa. La luz de la luna envolvió a Hep.
-No importa –dijo Hep, las lágrimas se le acumulaban en el ojo partido–. Quedarse o marcharse, es lo mismo. Yo me largué al extranjero a matar chavales que no eran como yo porque odiaban a otros chavales que tampoco eran como ellos. ¿Y qué cambió eso? Mete a un chaval negro en ese bar, o a uno de esos judíos, y ya verás lo que pasa. No me importa lo que diga Lonnie. Quema mil boleras, quema todo el puto mundo si quieres, pero nada va a cambiar.
[Del relato "Fort Apache"]

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Vernon sintió que de su corazón, agrietado y roto, brotaba una gran oleada de regocijo, porque entendió que era posible vivir sin recuperar a los tuyos.
[Del relato "Los renacidos"]

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Se tocó la mejilla, sus ojos se volvieron hacia la luz de la ventana.
-Te piensas que algunos son malos y punto, balas perdidas o lo que sea, pero en un momento dado fueron el bebé de alguien, mamaron del pezón de una madre, como todo el mundo. Luego algo prendió un voltio en su interior y jamás volvieron a ser los mismos. Te pensarás que a un hombre como Harlan le dará igual lo que piense su madre. Pero yo le rechacé y él jamás se recuperó de eso. –Winnie bajó la mirada y cruzó las piernas, pareció replegarse sobre sí misma. Al momento levantó los ojos, echó los hombros hacia atrás–. ¿Tienes hijos? –le preguntó a Helen.
-No he tenido ocasión.
Winnie asintió.
-Me lo imaginaba –dijo ella–. Nunca fue lo tuyo, lo de los sentimientos, si no recuerdo mal.
Helen la miró sabiendo que lo había dicho para herirla.
[Del relato "Voltio"]       


[Dirty Works. Traducción de Javier Lucini]