lunes, noviembre 23, 2015

Con el corazón en tinieblas, de Eleanor Coppola


Con el subtítulo de "Un diario íntimo de Apocalypse Now", hace años se publicaron estos cuadernos donde la mujer de Francis Ford Coppola anotó sus impresiones sobre el auténtico infierno que supuso para ellos y sus hijos embarcarse en el rodaje de Apocalypse Now, una de mis películas favoritas y una de las más fascinantes de la historia.

Aunque muchos ya estábamos familiarizados con las múltiples desgracias de aquel rodaje (enfermedades, tifones que destruyeron los decorados, un Marlon Brando que llegó al plató con más peso del requerido, destitución de Harvey Keitel por Martin Sheen, problemas de presupuesto hasta el punto de que Coppola hipotecó todo cuanto tenía para concluirlo…), merced a los documentales y a los reportajes de las revistas, es conveniente leer este libro: refleja a la perfección lo que supone tratar de vivir junto a un artista obsesivo, deprimido a ratos, confundido, obsesionado con sacar adelante un proyecto inmenso que parece hacer aguas por todas partes. Es, además, el ejemplo de cómo alguien supera todos los obstáculos para acabar creando una obra mayúscula del cine. Aquí van algunos ejemplos, ya que el libro abunda en anécdotas jugosas sobre actores y cineastas:

Le contó a Marty que, durante el rodaje de El Padrino I, un día estaba en el lavabo del estudio, sentado en el retrete, y dos miembros del equipo entraron en los aseos y se pusieron a comentar que la película era una mierda integral y que el cabrón del director no sabía lo que se hacía. Francis dijo que entonces levantó los pies para que no le reconocieran los zapatos. Ahora tiene la sensación de que todo el mundo en producción está mirando lo que hace y pensando: "Esto es una mierda integral. ¿Y éste es el director de El Padrino? Pues a mí me parece que no sabe nada".

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Hemos estado hablando de todos los miedos que le acucian, y casi todos parecen relacionados con el hecho de que el guión no está terminado. Ha estado leyendo, investigando, hablando, pensando, escribiendo y luchando con él cada día desde hace ya casi un año. Le he sugerido que lo dictara todo, ahora mismo, de principio a fin, exteriorizando todo lo que tenga en la cabeza. Se conoce el material del derecho y del revés. Prácticamente se muerde la cola.

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He ido al set de la plantación francesa para ver qué tal le va a Francis y cómo lo están pasando los chicos. La toma era en el muelle, así que fui hasta allí y me encontré a Francis en la sombra, hablando con un hombre corpulento de pelo corto y canoso. Cuando me acerqué, el hombre me dijo: "Hola, Ellie". Su aspecto me sonaba, y al punto me di cuenta de que era Marlon Brando. Me quedé fascinada de que me reconociera y se acordara de mi nombre después de nuestros pocos y breves encuentros. Parecía mirarme al microscopio. Como si se diera cuenta de todos los movimientos de mis cejas, o fuera capaz de ver los puntos irregulares del bordado en el bolsillo de mi camisa. Y no lo hacía con aire crítico, sino simplemente absorbiendo todos los detalles.

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Francis ha estado tan angustiado, últimamente, tan enojado: enojado con la película, enojado conmigo, enojado con su familia, enojado con todos sus colaboradores, enojado con su vida. Así que se marchó para estar totalmente a solas e intentar determinar qué le molesta tanto.

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La película que está rodando es una metáfora del viaje hacia el yo. Él ha emprendido este viaje y todavía no ha regresado. Es aterrador contemplar a una persona que amas yendo hacia el centro de su persona y enfrentándose a sus miedos, el miedo al fracaso, el miedo a la muerte, el miedo a volverse loco. Tienes que fracasar un poco, morir un poco y enloquecer un poco para ser capaz de salir indemne del túnel. Y el proceso no ha terminado para Francis.

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Voy sentada en un avión con el plato de entremeses en la bandeja plegable del asiento. […] Francis va a mi lado. La cabeza de George Lucas asoma por encima del asiento delante de él. Steven Spielberg va sentado al otro lado del pasillo. Entre los tres han conseguido las tres películas más taquilleras de todos los tiempos. Tiburón es la número uno. George acaba de decir que La guerra de las galaxias va a ser número uno a las 19.05 del próximo sábado. El Padrino es la tercera. Sus películas han obtenido unos beneficios de más de mil millones de dólares. Steven los llama los muchachos "milmillonarios". Están hablando de la depresión que sufrieron después de sus éxitos. Todas sus fuerzas y concentración puestas para el gran logro, el sueño de su vida, y después la sacudida que supone el hacerlo realidad.

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Me dijo que tiene la sensación de que ver la película acabada le ayudará a esclarecer y completar algo en su interior y que, hasta entonces, se encuentra en un caos personal. Está sorprendido de lo mucho que ha cambiado. Ya no se reconoce a sí mismo. No es capaz de distraerse con ninguna de sus aficiones anteriores. No puede organizar una fiesta, escuchar música, leer un libro; ya no puede sentir interés por un avión o por el próximo estudio de montaje, o en la construcción de un nuevo viñedo. No le importa si la casa está de una manera o de otra, dice que ya no tiene ninguna opinión.


[Emecé Editores. Traducción de Mar Vidal]