viernes, junio 27, 2014

Lo poco que sé de Glafcos Zsarakis, de Vasilis Vasilicós


Cerca del final de esta extensa, política, metaliteraria, gran novela, el narrador explica sus intenciones:

Ya avisé desde el principio que no soy partidario de las biografías estáticas, que empiezan con el nacimiento del protagonista y concluyen con su muerte. Desde el primer momento, creo que dejé bien clara mi postura al respecto, recogiendo el material según me iba llegando. Así, el lector de mi estudio se convierte, en cierto modo, en mi cómplice y aliado, tropezando con los mismos escollos con que tropecé yo, sufriendo de las mismas repeticiones y viviendo, en general, una realidad no concretada desde la primera frase, lo cual supondría una estricta labor burguesa de preparación. No soy ni detractor ni defensor de ninguno de estos dos métodos, no sé cuál es el mejor. Me limito a exponer cómo trabajé yo.

A lo largo de 400 y pico páginas, Vasilis Vasilicós (autor de la célebre novela Z) reconstruye la vida del escritor Glafcos Zrasakis, pero, como en toda biografía, hay zonas grises, puntos que no logra aclarar (de ahí el título: Lo poco que sé…), y durante su escritura asistimos a su desarrollo, o a su "work in progress", como menciona la editorial en la solapa interior. Vasilicós trata de averiguar cómo y dónde murió Zrasakis: si fue en Berlín o si, como cuentan, se lo comieron unos caníbales en Papúa-Nueva Guinea. Este trabajo y esta búsqueda y esta recopilación de materiales le sirven de excusa al autor para trazar un recorrido político, literario e histórico por el siglo XX, cambiando de escenarios y de tiempos con la naturalidad del gran narrador. Pero hay algo que convierte al libro en un ejercicio de metaliteratura: en realidad Glafcos Zrasakis es una especie de álter ego de Vasilis Vasilicós, pero no son idénticos, con lo cual entramos en esa "novela de espejos" que tanto le gustan a Enrique Vila-Matas. También hacia el final, el narrador dice:

Mi hija, pues, me dijo abiertamente que, al no existir Zrasakis, por lógica yo debía de ser Zrasakis. El acuerdo que se establece entre el lector y el escritor se puede apoyar en dos presunciones: o bien Zrasakis realmente existió, en cuyo caso lo que escribo sobre él tiene la garantía de lo real, aunque sea en forma novelada, pero no es el caso, pues no hay una sola mención al nombre de Zrasakis en ninguna historia de la literatura; solo aparece el nombre de Lazaridis Marcos, autor de La cruz del sur y otras obras, pero que no tiene nada que ver con Marcos Lazaridis, el hermano de Glafcos que fue asesinado durante la guerra civil; o bien –segunda opción– Zrasakis nunca existió y lo creé yo a mi imagen y semejanza para poder expresarme más fácilmente, disfrazado de una tercera persona. Autodistanciado de mí mismo.

Pese a su extensión, en ningún momento el libro te agota. No cansa ni aburre, e incluso tiene bastante humor. A veces, eso sí, admito que me perdí un poco en los entresijos históricos y políticos de Grecia. Es, además, una "novela viajera", que transcurre en Berlín, en Atenas, en Nueva York… Muy recomendable, copio algunas frases que me han llamado la atención:

La izquierda le prometía un nuevo orden de cosas "futuro", pero de momento tenía que aguantar la explotación capitalista trabajando duro.

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"Las fronteras", escribe Zrasakis, "las fijan ríos, gargantas, barrancos. En las crestas de las montañas, en cambio, hay armonía".

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Porque solo cuando uno necesita de verdad al otro tiene sentido la coexistencia. Solo cuando uno no puede estar sin el otro se puede producir una unión para toda la vida. Solo cuando uno es incapaz de caminar sin el apoyo del otro hay comunión marital.

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Al contrario que la mujer europea, que tiene un solo marido en su vida pero atesora un buen número de aventuras eróticas, la estadounidense se casa muchas veces pero tiene el mismo número de experiencias que de maridos.

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¿No estamos diciendo siempre que el ser humano es un ser racional? Sí. Pero, al mismo tiempo, tenemos que tener en cuenta el factor tiempo. El tiempo es acumulación de un capital de frustraciones. Las frustraciones se traducen en odios y hostilidades, que en algún lado y en algún momento estallarán. Los odios y las hostilidades inconscientes son más peligrosos que los conscientes.

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Estamos en crisis. ¿No lo entendéis? El que la supere, será proclamado grande. Los demás dejarán tras de sí únicamente las huellas dispersas de su angustia.

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¿Así que eso era la vida? ¿Despertarse para ir a trabajar y después irse a dormir porque estuviste trabajando? Qué poco sentido tenía, ciertamente, todo eso; no definía más que la forma del vacío. Hasta los periódicos que leía le daban asco. Pero cuando no los leía creía que se estaba perdiendo algo que debía saber.


[Hoja de Lata. Traducción de Ángel Pérez González]