martes, julio 30, 2013

El cielo sobre Wenders, de Varios Autores


De las muchas cosas que se pueden decir sobre el arte cinematográfico de Wim Wenders, una de ellas es que en su mirada siempre está presente que se trata de un arte. Esta condición le ha hecho reflexionar desde distintas atalayas sobre qué es el cine, qué ha sido y qué puede llegar a ser. Da igual que su película sea un documental, ficción o las dos cosas al mismo tiempo para que de una u otra manera aparezca algo más que una mención al cine. Por si esto fuera poco, en su filmografía encontramos títulos que son directamente una película dentro de una película o la construcción de la propia película.
[Agustín Gómez Gómez, “Repensar el cine. La mirada cinematográfica de Wim Wenders”]

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Winter [se refiere al protagonista de Alicia en las ciudades] emprende entonces su trayecto hacia la ciudad por excelencia del siglo XX, Nueva York, pero no llegará rápidamente. Primero circulará por diversas carreteras, se detendrá brevemente en otra playa, entrará en un café de carretera –donde está el propio Wenders–, llenará el tanque de gasolina, pasará una noche en un motel… Para que la capital surja por primera vez en una película de Wenders, habrá que atravesar territorios intermedios anodinos, sin especial interés, y arrabales.
[Jorge Gorostiza, “Fascinación y espanto. El paisaje urbano estadounidense según Wenders”]

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Puede parecer reiterativo insistir en que la presencia de la fotografía en el cine de Wenders es manifiesta. Ahora bien, cabría diferenciar entre su presencia directa, como producto acabado, las copias fotográficas, ya bien se trate de referencias en papel o congelados de imagen, y la metonímica mediante los dispositivos de captación de la imagen.
[Nekane Parejo, “Wenders shooting: la fotografía en el cine de Wenders”]

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Entre los temas clásicos que trata la literatura universal, Wenders se apoya en cuatro de ellos para crear sus argumentos: el retorno al hogar –La Odisea–, la mujer adúltera –Madame Bovary–, el ser desdoblado –Jekyll y Hyde– y el conocimiento de uno mismo –Edipo. El retorno al hogar como una necesidad de identidad se da en la propia figura de Wenders, que se siente alemán más que nunca después de haber vivido siete años en Estados Unidos.
[Carmen Rodríguez Fuentes, “La literatura y la obra de Wenders”]

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En el cine de Wenders poseen tanta relevancia, como los personajes, los espacios y los desplazamientos, como correlato simbólico a un espacio y desplazamiento interior, así como ese captar el transitar en y entre los diversos espacios, en un proceso que implica lograr habitar el tiempo (no discurrir, sino transcurrir en y entre el tiempo).
[Alexander Zárate, “Entre la apariencia y el cuerpo. El cielo sobre Berlín y los umbrales”]

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Estados Unidos representa para Wenders la fuerza de un paisaje (salvaje o urbano) sin horizontes donde realizar largos viajes hacia el interior de uno mismo, pero, asimismo, es el germen de una cultura cinematográfica mítica que le atrapa, y que, a modo de potente locomotora humeante que surcara el viejo Oeste, irrumpe y protagoniza todo el paisaje fílmico, comercial o independiente, que encuentra a su paso.
[Tasio Camiñas, “Una obsesión política en el cine de Wenders: el fin de la violencia cotidiana”]

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Desde finales de los 60, cuando el director alemán inicia su periplo cinematográfico con una serie de cortometrajes en los que se ocupa simultáneamente y de manera unipersonal de la dirección, el guion, la fotografía y el montaje, Wenders viene introduciendo de forma habitual como score de sus cintas sonidos de referencia de los artistas de su generación, The Rolling Stones, Jimi Hendrix, Bob Dylan, Creedence Clearwater Revival…
[Xaime Fandiño, “El universo sonoro de Wim Wenders”]

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A Wenders le viene mejor desconocer su destino, ignorar hacia dónde se dirige, porque entonces sabe cómo mantenernos en las periferias de un relato, sin dejarnos acceder a él durante mucho tiempo. […] Wenders, al fin y al cabo, es un cineasta periférico. En la periferia es donde hace las exploraciones más interesantes o donde sus propuestas resultan más valiosas. A su lado, el trayecto siempre es más atractivo que el destino, algo que sucede con cierta frecuencia cuando uno hace un viaje en coche y tiene la oportunidad de disfrutar del paisaje antes de llegar al lugar adonde se dirige.
[Hilario J. Rodríguez, “Documentales de ficción”]


[Luces de Gálibo]