viernes, agosto 31, 2012

La palabra heredada, de Eudora Welty




En mi educación sensorial incluyo mi conciencia física de la palabra, de cierta clase de palabra: es decir, de la conexión que guarda con aquello que representa. Alrededor de los seis años, quizá, esperaba sola en el jardín a que llegase la hora de cenar, justo en esa hora en la que a finales de verano el sol se intuye bajo el horizonte y la luna llena se define, iluminándose. Llega un momento, y a mí se me reveló entonces, en que la luna se transforma, y pasa de ser plana a ser redonda. Fue la primera vez que mis ojos la identificaron como un globo. La palabra “luna” se me precipitó a la boca como servida en cuchara de plata. Exhibía la redondez de una de las uvas moscateles que el Abuelo, en Ohio, cogió de la parra y me entregó para sorber todo su jugo, desprendiéndola de la piel para tragar la pulpa entera.


[Traducción de Miguel Martínez-Lage]