viernes, agosto 31, 2012

The Expendables 2 (Los mercenarios 2)



The Expendables 2 es superior a su predecesora, y resulta igual de divertida. Si en la primera parte uno se reía de los personajes y de sus acciones, ahora se ríe con los personajes, pues la inteligencia de Sylvester Stallone (y no lo digo de coña: es uno de los tipos más listos de Hollywood) lo ha llevado a apostar por la autoparodia. Esa es su mejor baza, más allá de la ración de tiros, palizas, cabezas cortadas y cuerpos que explotan: la autoparodia en manos de actores míticos en el género. Todos ellos han sabido reírse de sí mismos, lo cual beneficia mucho a la película. 



Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger sueltan varios guiños relacionados con algunos de sus largometrajes más célebres, y por fortuna para nosotros, aparecen más tiempo en pantalla. A Randy Couture lo sacan leyendo un libro y de Dolph Lundgren dicen que es un experto en química. Esos pequeños detalles, a medio camino entre la chanza y la quiebra del tópico (Stallone pretende mostrarnos que los cachas y los tipos duros también son cultos, y es cierto que en la vida privada muchos de estos actores lo son), ayudan a empatizar con toda esta patrulla de músculos y agallas. Jean-Claude Van Damme, que a mí nunca me había hecho demasiada gracia, cuenta con todas mis simpatías en su breve papel de villano: suma chulería y buen oficio (de hecho, creo que es quien mejor actúa en la película). No faltan alusiones a la vejez de los protagonistas: primero cuando los contraponen con la agilidad y la juventud de Liam Hemsworth y luego cuando uno de ellos dice que deberían estar en un museo. 




Pero, sin duda, el mayor impacto de la película es la aparición estelar de Chuck Norris. El regreso del tipo más parodiado del cine de acción. Y no defrauda porque, haciendo lo mismo de siempre en su corto papel (derrotar ejércitos sin ayuda), también se autocita y se autoparodia. Su personaje se llama Booker, igual que el que interpretó en Los valientes andan solos (una de las pelis que vi en mis tiempos de chaval en el cine de barrio); dicen que es “un lobo solitario”, aludiendo a McQuade, lobo solitario, ese bodrio que a mí me gustaba de niño y en el que hace de ranger de Texas enfrentado a David Carradine; y tiene un par de diálogos en los que aparecen los chistes que circulan sobre él en internet (ver más abajo). En suma: el regreso de Norris es una parodia sobre su carrera, y es lo que más nos divierte en la película. 



Y aún cuenta con otra baza, como ya hiciera la primera entrega: nos ofrece cine de acción auténtico, sin demasiados efectos especiales ni decorados hechos por ordenador, sólo tipos duros y musculados, auténticas leyendas del blockbuster, haciendo lo que mejor se les da: repartir balas y puñetazos. Incluso sus agujeros de guión (esas apariciones en las aldeas más remotas del mundo) hacen sonreír, y forman parte de su encanto. 



Os dejo con unas cuantas perlas, entre la parodia y la sentencia, que intenté aprenderme en el cine (y cito de memoria); no los consideréis spoilers, pues no revelan la trama y tampoco estamos hablando de Shakespeare:

Statham: ¿Recuerdas la última vez que hiciste eso? [Se refiere a correr como Liam Hemsworth: colina arriba y con todo el equipo de soldado a cuestas]
Stallone: No.
Statham: Te apuesto 1.000 dólares a que podría hacerlo.
Stallone: Mira hacia abajo. ¿Qué ves? Piernas cortas.

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Van Damme: El respeto lo es todo. Sin respeto sólo somos gente. Gente asquerosa y vulgar.

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Stallone: Oí otro rumor sobre que te había mordido una cobra real.
Norris: Sí. Pero después de cinco días de dolorosa agonía, la cobra murió.

 



Statham: No se puede vencer a una leyenda.

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Schwarzenegger: ¿Quién es el próximo: Rambo? [Tras una de las apariciones de Chuck Norris, petándolo]

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Schwarzenegger: ¡Mi zapato es más grande que este coche!
Willis: ¡Dispárale a algo!

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Schwarzenegger: Iré a por balas y volveré.
Willis: Tú ya has vuelto suficiente. Volveré yo.
Schwarzenegger: Yippee-ki-yay.

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Stallone: Creía que eras un lobo solitario.
Norris: Sí, pero a veces es divertido juntarse con la manada.

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Stallone: ¿Qué hace aquí? [Se refiere a un helicóptero antiguo]  Debería estar en un museo.
Schwarzenegger: Como nosotros.




Nuevo cartel de The Oranges


La palabra heredada, de Eudora Welty




En mi educación sensorial incluyo mi conciencia física de la palabra, de cierta clase de palabra: es decir, de la conexión que guarda con aquello que representa. Alrededor de los seis años, quizá, esperaba sola en el jardín a que llegase la hora de cenar, justo en esa hora en la que a finales de verano el sol se intuye bajo el horizonte y la luna llena se define, iluminándose. Llega un momento, y a mí se me reveló entonces, en que la luna se transforma, y pasa de ser plana a ser redonda. Fue la primera vez que mis ojos la identificaron como un globo. La palabra “luna” se me precipitó a la boca como servida en cuchara de plata. Exhibía la redondez de una de las uvas moscateles que el Abuelo, en Ohio, cogió de la parra y me entregó para sorber todo su jugo, desprendiéndola de la piel para tragar la pulpa entera.


[Traducción de Miguel Martínez-Lage]

The Impossible: nuevo cartel


Próximamente: Piel roja


De Juan Gracia Armendáriz. En Demipage.

Cartel de Texas Chainsaw Massacre 3D


miércoles, agosto 29, 2012

Cómo escribir relatos, de Ring W. Lardner



Ring Lardner me parece un escritor excepcional, dotado de una fina ironía que empuja a devorar sus relatos sin respiro, y sin embargo no es muy conocido en España. Años atrás, en Acantilado, editaron el volumen titulado A algunos les gustan frías, que contenía diez cuentos. Está en mi biblioteca en un lugar de honor. Ahora, en Zut Ediciones, acaban de publicar Cómo escribir relatos, y sólo tres de los textos figuran en ambos libros.

Cómo escribir relatos no es una guía para escritores ni un manual de autoayuda ni nada por el estilo, aunque sirve de aprendizaje para cuentistas. Simplemente, es una antología hecha por el propio Lardner, que recopiló así varios cuentos dispersos en revistas. Su intención era dar “una serie de pautas para perfeccionar la técnica del relato breve”, y qué mejor manera que ofreciendo algunos de sus textos… Se supone que, en el encabezamiento correspondiente a cada cuento, Lardner explica los pormenores de cada uno de ellos, analizando cómo los escribió y demás; y aquí es donde brilla primero su humor, ya que se aparta de lo establecido y en esos introitos nos resume sinopsis que no guardan relación con lo que sigue, o incluye comentarios como éste, que abre el célebre relato “Campeón”: Una muestra de relato de misterio. El misterio es cómo llegó a publicarse. Por supuesto, la historia no tiene nada que ver con misterios; Lardner era un cachondo.

Uno de mis favoritos es el que daba título al volumen de Acantilado, aquí traducido como “Hay quien las quiere frías”: es la hilarante correspondencia entre un hombre y una mujer que sólo se han conocido durante media hora; una de las particularidades es que el tipo escribe mal, sin apenas comas y con parrafadas en las que chapurrea lo que siente por ella. Divertidísimo. “Alibi Ike” es otro de los mejores: el relato sobre cómo el narrador conoce a un individuo que para todo tiene una excusa o una mentira, y la manera en que siempre lo acorralan con interrogatorios y descubren sus trampas depara al lector unas cuantas risas. “Mi compañero de cuarto” nos describe al clásico fulano insoportable al que tienen que aguantar sus compañeros del equipo de béisbol, un tío lleno de manías y de rarezas capaz de desquiciar a cualquiera que comparta techo con él. “Diario de un caddy” es el dietario breve de un muchacho de 16 años, que escribe esas entradas sobre su puesto de caddy porque quiere aprender a escribir artículos para el futuro; el estilo trasnochado y sin apenas comas es parecido al de “Hay quien las quiere frías”, lo que indica que a Lardner le encantaban estos personajes estrafalarios y dotados de una verborrea imparable, como la enfermera del divertido “Se ruega silencio”, que no para de hablar con un paciente del hospital pese a que el doctor ha dicho que no se le dé conversación para que repose sin sobresaltos.

En total, nueve relatos y un prefacio del propio autor. Muy recomendables. Os dejo con el principio de “La luna de miel de las bodas de oro”, en la que el narrador tiene la fea costumbre de llamar “mamá” a su esposa, algo más frecuente de lo que parece:

Dice mamá que cuando echo a hablar no hay quien me pare, y yo contesto que sólo puedo echar a hablar cuando ella se va y tengo que aprovecharme como sea. La verdad es que en una reunión de cuáqueros no nos dejarían entrar ni a ella ni a mí, pero, como yo le digo siempre, ¿para qué nos habría dado Dios una lengua si no quisiera que la usáramos?, a lo que ella me responde que desde luego no nos la dio para que dijéramos siempre lo mismo, como es mi caso, que sólo hago que repetirme. Y yo le digo:
-Vale, mamá, cuando se trata de gente como tú y yo, con cincuenta años de casados, ¿puede esperarse que lo que se diga suene a nuevo? Lo que pasa es que puede ser nuevo para los demás, porque no hay nadie entre ellos que lleve tantos años a mi lado.
Y entonces ella dice:
-Seguro que no, seguro que no hay quien te pudiera soportar tanto tiempo.
-Pues –le digo– a ti se te ve bien.
-Quizá –me dirá entonces– pero antes de que me casara contigo se me veía mejor.
Y es que con mamá no hay quien pueda.   
    

[Traducción de Juan Bonilla]

Cartel de Someday This Pain Will Be Useful to You


Someday This Pain Will Be Useful to You es la adaptación cinematográfica de la célebre novela de Peter Cameron: Algún día este dolor te será útil (Libros del Asteroide), que es el libro que leí el lunes pasado, y del que en unos días escribiré una reseña.

Próximamente: La nieve y otros complementos circunstanciales


De Xuan Bello. En Xordica Editorial.

Trouble with the Curve: segundo cartel


Trailer de How to Make Money Selling Drugs


Documental sobre la venta de drogas, en el que participan 50 Cent, Susan Sarandon, Woody Harrelson, Arianna Huffington, Eminem , “Freeway” Rick Ross y David Simon: aquí

Cartel de The Disappeared


lunes, agosto 27, 2012

Próximamente: Todos los besos del mundo


De Félix Romeo. En Xordica Editorial.

Media vida, de Darin Strauss



Darin Strauss, escritor ya ampliamente reconocido en Estados Unidos, hace aquí una especie de crónica o testimonio de sus años de juventud, cuando una desgracia trastocó su vida para siempre. Strauss conducía un coche a los 18 años cuando Celine, una chica que estudiaba en el mismo instituto que él, se le metió con su bicicleta delante del vehículo y él no pudo esquivarla. La atropelló. Strauss mató a la chica involuntariamente. Fue un accidente y él resultó eximido de culpa. Pero aquello lo marcaría durante años porque, aunque él no estaba muerto como la alumna, tuvo que afrontar los rumores, las miradas recelosas de sus compañeros, la compasión de su familia, el dolor de los padres de ella, y sobre todo la culpa, que fue devorándolo durante años. Libro de no ficción, por tanto, Darin Strauss ha reunido el coraje suficiente para escribirlo; tardó años en decidirse a afrontarlo, cuando ya se había convertido en un célebre novelista. No os fiéis de la cubierta, tan parecida a esos best-sellers dramáticos que algunos rehuimos. Este libro es otra cosa. Conmueve, e incluso cuenta con el beneplácito de Nick Hornby. Un extracto: 

Un artículo del New York Times de septiembre de 2009 afirmaba que, por término medio, cada muerte ocurrida en Estados Unidos afecta profundamente a otras cuatro personas. De los supervivientes que se ven afectados, alrededor de un quince por ciento “apenas son capaces de hacer su vida”. Y este sufrimiento profundo –que se prolonga y se prolonga, y no ofrece “valor de redención”– ha recibido un nombre para distinguirlo de lo que solía llamarse dolor: trastorno complejo de aflicción.
Trastorno complejo de aflicción suena mucho más contundente de lo que yo padecía; aunque quizá se aproximaba bastante a lo que padecían los padres de Celine. (Es crónico e intenso. Consiste en que una persona decide que, puesto que sus seres queridos ya no pueden caminar por las calles, ellos tampoco tienen derecho a caminar por ellas. Una madre declaró al Times: “Eric ya no tendría más cumpleaños; ¿por qué iba a tenerlos yo?”)
El tratamiento aplicado a esta afección es una variante excepcionalmente rigurosa de la terapia basada en hablar. Y quizá, también un gran avance: los terapeutas obligan a los pacientes a revivir los detalles de la muerte, y les hacen repetir, delante de ellos, los pormenores de su dolor ante una grabadora. Después el paciente pone la cinta grabada –esa emotiva crónica de su congoja– todos los días, en casa. A primera vista, parece una especie de práctica religiosa o de tortura. Pero, según el Times, la terapia es totémica. No se basa en grabar la cinta ni en escucharla. Se basa en la posesión, en tener la historia guardada en un sitio. 


[Traducción de María Corniero]