martes, marzo 27, 2012

Habitación 804, de Marcus Versus



Antes de irme de viaje siempre pasaba por Fuentetaja a que ese dicharacharachero librero, que siempre vestía de negro, me recomendara algunos, siempre acertados, libros.

Me acababa de terminar uno de un crucero en el que el escritor pone en su sitio a todo aquel que decide embarcar en una ciudad móvil durante sus vacaciones. Me gustó. También me gustó que en las últimas páginas pusiera una lista con todos los libros a los que hacía referencia a lo largo de la lectura. Utilicé esa lista para completar mi compra. El librero me comentó que “el autor tiene la mirada más tierna del mundo”. Le miré con
admiración por tener la capacidad de mirar a los ojos de las personas y entender su idioma.

Me contó que estaba feliz, muy feliz, porque había conocido a Ana María Matute y se había tenido que reprimir las ganas de abrazarla muy fuerte para no desmontarla. Aunque estaba de acuerdo conmigo en que lo importante es la obra y no el obrador, para él la literatura era ELLA “por la forma que tiene de hacer música con las palabras, como si estuviera tocando el piano, siempre apretando la tecla/palabra exacta”.

Después de un rato de conversación, me fui con mucha poesía. Todo era poesía en mi vida esos días, demasiada poesía, se me había olvidado que la vida VIVIR era más importante que cualquier verso POESÍA.
Me recomendó uno con unas bragas en la portada del que me aseguraba que la autora “poseía una voz pequeñita pero gigante”. Me pareció un libro fascinante que me acariciaba y me arrancaba las tripas sin que me fuera dando cuenta.

Entre otros, también me llevé Fantasmas, del que había oído que el autor era un tipo raro y oscuro con mucho talento, aunque me insistía que ese libro no merecía la pena. Cuando salí de la librería pensaba que no quería que me lo llevara por las peleas literarias de las que siempre me mantuve alejada porque todas tienen el origen en el ego y la envidia; aunque poco después, buscando por internet, pude ver una foto del poeta y descubrí que era el mismo librero que nunca volví a ver en Fuentetaja, por eso dejé de ir.