martes, mayo 31, 2011

Pánico al amanecer, de Kenneth Cook



En uno de los relatos de El koala asesino (publicado por Sajalín Editores y ya recomendado en este blog), Kenneth Cook introduce un párrafo (se puede leer aquí) sobre la obsesión de los australianos por beber con otras personas, incluso aunque no las conozcan. Rechazar un trago es poco menos que una ofensa, al menos en los ambientes sórdidos y polvorientos en los que se mueven sus personajes.

Esta novela, alabada por gente tan ilustre como J. M. Coetzee o Nick Cave, plantea lo que le sucede a alguien cuando toma una decisión equivocada que desemboca en nuevos caminos y, por ende, nuevas elecciones, casi siempre erróneas. El punto de partida son esas cervezas que el protagonista, el maestro de la escuela de un pueblo perdido en el desierto, acepta tomar junto a desconocidos, en esa población de paso (Bundanyabba) que se convertirá en su infierno-prisión, por así decirlo. Esas cervezas lo llevarán a la embriaguez, y todos sabemos que las mejores decisiones no se toman estando borrachos.

Dicho planteamiento recuerda a ese excepcional título, Giro al infierno (me refiero a la novela de John Ridley y a la película de Oliver Stone), con una diferencia notable: aunque en Yabba hay brutalidad, ésta no suele desembocar en violencia, como sí sucedía en el libro de Ridley y su adaptación.

Una novela que atrapa, que fue adaptada al cine, que sostiene cierto clima de tensión de principio a fin, y que en realidad nos habla de un hombre condenado, una especie de Prometeo de los años 60. Un par de fragmentos:

En los pueblos remotos del Oeste no abundan las comodidades de la civilización: no hay sistema de alcantarillado, no hay hospitales, es raro dar con un doctor, el agua es mala, la luz eléctrica es para los pocos que pueden costearse un generador y las carreteras apenas existen. Tampoco hay teatros ni salas de cine y los salones de baile se cuentan con los dedos. Pero hay un sólido principio del progreso que mantiene a la gente a salvo de la locura declarada y que se encuentra arraigado a miles de kilómetros al Este y al Norte, al Sur y al Oeste del Dead Heart: dondequiera que vayas, la cerveza siempre está fría.

*** 

Y sólo después de un largo rato, su mente volvió a sobre las cosas que le habían ocurrido. Casi sonríe ante el inmenso absurdo de todo ello.
Pero lo más fantástico era que no había habido ninguna necesidad en todo lo que le había sucedido. Más bien parecía que él mismo se hubiese propuesto destruirse a propósito. Y una vez desencadenados los acontecimientos, una cosa había llevado a la otra.


[Traducción de Pedro Donoso]