lunes, diciembre 27, 2010

1974, de David Peace


1974 es una novela diferente. No se trata de una novela negra al uso. Es el primer título del cuarteto titulado Red Riding Quartet, que ya ha inspirado series de televisión y películas, y cuya publicación íntegra irá apareciendo en Alba Editorial. Su autor es el inglés David Peace. Y nos cuenta, en un lenguaje casi agresivo y directo como un puñetazo, la investigación de un joven periodista del oeste de Yorkshire a raíz del asesinato de una niña, un caso que acaba teniendo implicaciones más serias y complejas de lo que parecía al principio. Lo que más me ha interesado es la narración, esa prosa plagada de tacos y de expresiones en las que se mezclan el monólogo y la descripción, incluso mucho más que la trama (para mi gusto, algo confusa hacia el final). Peace es un gran narrador, y podría ser uno de los viscerales de nuestra antología. Yo me enganché a este libro gracias a este artículo de Cultura Impopular. Estoy deseando leer el segundo volumen, previsto para enero.

Recogí la lista.
-Desaparecidas, toda la puñetera lista. Y es sólo desde principios del 73 –dijo Oldman–. Un poco más viejas, tengo que admitirlo. Pero cuando desaparecieron tenían todas menos de quince años.
-Lo siento –murmuré pasándole el papel por encima del escritorio.
-Quédeselo. Escriba un puñetero artículo sobre ellas.
Un teléfono zumbó sobre la mesa, una luz parpadeó. Oldman suspiró y empujó hacia mí una de las tazas blancas.
-Bébaselo antes de que se quede frío.
Hice lo que se me ordenaba, cogí la taza y me tragué el té frío de un solo sorbo.
-Para serle sincero, hijo, no me gustan las imprecisiones y no me gustan los periódicos. Usted tiene que hacer su trabajo…
Edward Dunford, corresponsal de sucesos en el norte de Inglaterra, deja de estar contra las cuerdas y sale al ring con renovada energía.
-No creo que encuentren el cadáver.
El comisario jefe George Olman sonrió. Yo bajé la cabeza hacia mi taza vacía.
Oldman se levantó riendo.
-Lo ve en las puñeteras hojas del té, ¿verdad?
Dejé la taza y el plato encima de la mesa y doblé la lista de nombres mecanografiados.
El teléfono volvió a sonar.
Oldman fue hasta la puerta y la abrió.
-Haga usted sus pesquisas y yo haré las mías.


[Traducción de Manu Berástegui]