viernes, agosto 27, 2010

Escritos fantasma, de David Mitchell


Uno de los personajes de esta novela de relatos dice: Los fenómenos están conectados entre sí con independencia de la distancia que los separe, dentro de un océano holístico más cercano al vudú que a Newton. La menor vibración de unas gafas de sol polarizadas modifica el futuro. Y esa es precisamente la clave del libro. Hace años compré todas las obras de David Mitchell traducidas en España: Escritos fantasma, El atlas de las nubes y El bosque del cisne negro (Tropismos, hoy desaparecida, se encargó de esa meritoria labor).

Me extraña que Mitchell no sea tan famoso en nuestro país como lo es en otros lugares (aparte de Care Santos y Julián Díez, pocos escritores han reseñado sus obras). Se trata de un autor inglés, más o menos joven y dotado de gran talento y técnicas postmodernas. Ghostwritten (título original de esta novela) abarca diez relatos con nueve narradores diferentes. En apariencia, al principio, parece que no guardan relación. Luego, a medida que uno avanza en la lectura, comprueba que ese tipo con el que se cruzó este narrador es el protagonista de la siguiente historia. De tal modo que Mitchell crea conexiones entre las historias y entre sus personajes. Los fenómenos están conectados: si un hombre muere y con ello deja a medias una operación de blanqueo de dinero en Hong Kong, no es raro que en San Petersburgo la mafia le ajuste las cuentas al contacto que había entre uno y otra. Las historias suceden en sitios tan distintos como Tokio, Mongolia, Londres o un pueblecito de Irlanda. Los narradores también son muy diferentes: un tío que pertenece a una secta, un chaval que trabaja en una tienda de discos, una científica, un locutor de radio norteamericano, una mujer china que ve pasar la Historia por delante de su tienda sin comprenderla… Mitchell no excluye el toque fantástico: uno de los narradores resulta ser una especie de espíritu parásito que se va alojando dentro de las personas y las somete a su antojo, un poco como en El exorcista pero sin maldades ni demonios.

El único problema del libro es que no todas las historias están a la altura. Resulta complicado no perderse entre los nexos de unión de los personajes. Esto, en el cine, es fácil (véanse Magnolia o Babel) de seguir. En la literatura, la mención en unas pocas líneas a un personaje que no vuelve a aparecer hasta 40 o 50 páginas más adelante es difícil de identificar: pero queda en el subconsciente y a uno “le suena” y tiene que rebuscar en la memoria y consultar los capítulos precedentes. A pesar de ello, me han gustado los procedimientos narrativos y la prosa de David Mitchell, interesado por el azar e influido por Paul Auster, Haruki Murakami o Philip K. Dick. Christopher Nolan podría hacer maravillas si la adaptara. Por cierto, El atlas de las nubes va a ser llevada al cine en breve. Para un análisis detallado de cada relato, consultar este post.


[Traducción de Víctor V. Úbeda]