lunes, julio 27, 2009

Ikea

Por fin pude visitar con calma Ikea, que es algo así como la Disneylandia del mueble para numerosas personas. Que es “la república independiente de tu casa”. A pesar de ser un día laborable, en torno a las ocho de la tarde, vi mucha gente en aquellos grandes almacenes de Alcorcón. ¿La crisis llega hasta Ikea? Probablemente. Pero igual se nota menos. Todo el mundo necesita mobiliario para el piso, y en Ikea es barato y fácil de montar por uno mismo, de manera que van implantando esta marca sueca en algunas ciudades y la gran superficie acaba destrozando a la pequeña superficie, porque el pez grande siempre se come al pez chico, etcétera. Sitios como éste hacen polvo a los pequeños comercios. Igual que las cadenas extranjeras de comida rápida afectaron a los modestos bares con restaurante de menú al fondo, igual que las salas de minicines acabaron con los cines de antaño, igual que los hipermercados usurparon la clientela de la pequeña tienda de ultramarinos del barrio de toda la vida. Y en ese plan. Estos días he leído algunas noticias sobre la posible implantación de Ikea en otros puntos de la península: Alicante, Valladolid o La Coruña.
Me llamaron la atención ciertas cosas. Por ejemplo, en el aparcamiento vi varias furgonetas, con las puertas laterales abiertas y los conductores gitanos dentro, charlando, o fuera, fumando un pitillo. En las lunas delanteras o en los mismos laterales de esas furgonetas, junto a las puertas, había carteles escritos a mano con letras mayúsculas que decían: “Portes y mudanzas”, “Portes” o “Libre”. Quiere decirse que esa gente alquila su furgoneta para llevarte los muebles a casa, si no tienes espacio en tu vehículo o si no tienes coche y has venido en autobús; es como un taxi pirata (como los que hay en Ibiza, por ejemplo, para las noches de farra al salir de las discotecas), pero con servicio de mudanza incluido. En Ikea tienen carteles que anuncian el alquiler oficial del servicio de transportes, con el precio respecto a la zona a la que quiera uno llevarlos. Y, obviamente, será más barato pillarse un vehículo pirata. Para quien no haya entrado en Ikea, se lo explico. Es como atravesar una planta de El Corte Inglés con muebles, pero a lo bestia. A mí me pareció un laberinto. Hay dormitorios completos, cocinas, estanterías para los libros y los discos, sofás y cómodas, armarios, espejos, cuartos de baño, sillas y mesas, plantas, cestas, herramientas, accesorios y mobiliario de oficina… Entiendo que la gente que ama la decoración de hogar se vuelva loca en este lugar y disfrute de tanto adorno y tanto invento.
Admito que el sitio no está mal, aunque yo prefiero Fnac: mi territorio es el de los libros y las películas. En las estanterías de Ikea tienen decenas de libros, de adorno, para que veamos cómo lucen. Mientras la gente estudiaba los muebles, yo me puse a mirar los títulos de los lomos. Gran decepción porque, aunque había algunos buenos autores, los ejemplares estaban en sueco. Supongo que sería una de esas partidas de libros destinados a la trituradora o a los cajones de saldo de las librerías de viejo, pero acabaron aquí. Los clientes recorren esas salas donde se expone el mobiliario y van apuntando las referencias. Después, tras el recorrido, llegan a un almacén que recuerda un poco al de la última escena de “En busca del arca perdida”, cuando meten el arca en una caja y la colocan junto a cientos de cajas idénticas. Allí se sirve uno mismo. Recorre los pasillos, mira las secciones que ha apuntado y va colocando los paquetes planos en los carros. A la salida, una tienda de productos de alimentación suecos y una barra de fast food. Luego, lo duro es meter los paquetones en el coche.