martes, junio 30, 2009

El colibrí blanco, de Esteban Gutiérrez Gómez


¿Así que tú eres el famoso “Carnicero”? Le miraba con un brillo de admiración en los ojos sin dejar de menear el mondadientes dentro de la boca. Se oyen por ahí muchas historias de ti.
Seoane permanecía de pie frente a la mesa, con las manos girando la gorra y su purito apagado encasquetado al borde de la comisura de los labios. Callado, intentando descifrar el lenguaje de los signos.
Por la capital te llaman “El Ángel de la Muerte”, manda cojones, y se reía con carcajadas sucias. Se puso de pie y resultó ser tan alto como Seoane. Tenía la nariz aguileña y unos profundos surcos en los carrillos. Se situó frente a él. Ganas tenía de conocerte.
Seoane fijó sus pupilas bruñidas en aquel rostro nuevo y adivinó problemas.
Antonio Menéndez Seoane, para servirles, se presentó ante el nuevo jefe del destacamento.
Pues hoy mismo tendrás trabajo, le dijo dejando resbalar la mirada por su cuerpo como para medir su fuerza.
Ya no hay sitio en el pinar para más hoyos.
El capitán rió otra vez. Ya no es necesario, ya no hay fantasmas, empezó a decir, ya vienen juzgados y condenados. Entiéndelo, los chavales son cada día más jóvenes y no quieren salir de paseo. Tú les harás el honor del destete.