domingo, febrero 22, 2009

The Wrestler


No hagáis caso de esos periódicos en los que dicen que Mickey Rourke "ha vuelto", pues lo cierto es que nunca se fue. Lo que hizo fue machacarse la cara y hundirse en papeles secundarios en películas cutres durante los 90 (salvando Legítima defensa y Buffalo 66). En el nuevo siglo contaron con él Sean Penn, Tony Scott, Steve Buscemi y, sobre todo, Robert Rodriguez, que le regaló el personaje de Marv. Lo que ha sucedido en realidad es que no estaba tan bien en un papel desde sus personajes de los 80. Por cualquiera de ellos podría haber ganado un Oscar, pero era un rebelde, un inadaptado: La ley de la calle, Manhattan Sur, Réquiem por los que van a morir, Barfly, El corazón del ángel, Homeboy, Francesco...
Con El luchador, el gran Darren Aronofsky le ha dado la oportunidad de redimirse. De dar vida a un tipo que tiene algunas conexiones con su propia trayectoria. Aronofsky abandona aquí la forma de sus anteriores películas, pero no el fondo: sigue mostrándonos historias tortuosas y sin concesiones a la galería. Apuesta esta vez por un estilo próximo al documental, con una cámara al hombro que va detrás del protagonista, que lo sigue como en esos reportajes que muestran las bambalinas de cualquier deportista.
Randy "The Ram" Robinson es un luchador que vivió tiempos mejores, en los 80 (una época en la que continúa anclado: véase su indumentaria, su melena heavy, la música que escucha). Aún tiene un público fiel que lo aclama en los combates de medio pelo, pero en el exterior, en la realidad de ahí fuera, su vida es un desastre: una mujer que no le hace mucho caso, una hija que le odia, una caravana como techo, horas extras en un supermercado, problemas de salud, soledad extrema. Aronofsky nos muestra los entresijos del wrestling y no elude todos los sacrificios que comporta para los luchadores: el mantenimiento físico, la venta de autógrafos y vídeos para ganar un dinero extra, las heridas y cicatrices (todo es mentira y está amañado, pero a menudo hay dolor). Randy es uno de esos personajes hundidos, que sólo busca una oportunidad para levantarse de la lona y enderezar su vida.
Estos días he leído el libro colectivo La nueva carne (del que hablaré la próxima semana) y creo que esta película no oculta ciertas influencias del concepto. En El luchador siempre se habla de la carne. Randy vive de su cuerpo, de mantenerlo, de exhibirlo, y lo somete a duros sacrificios y no duda en dejarse herir la carne para entusiasmar al público. La bailarina de striptease vive de enseñar su carne desnuda. Randy llega a decir que él ya sólo es "un pedazo de carne vieja". Su jefe del supermercado le dice que tendrá que enfrentarse a "amas de casa desesperadas que sólo querrán tu carne" en el mostrador de la carnicería en el que hace horas extras. Y no falta la referencia a La Pasión de Cristo: "Le dan de hostias durante dos horas, pero él lo aguanta".
Por si fuera poco, al lado de Rourke (impecable, extraordinario en su papel) están dos mujeres que me revolucionan: Marisa Tomei y Evan Rachel Wood. Y bordan sus personajes.