miércoles, noviembre 21, 2007

Los Vagabundos del Dharma, de Jack Kerouac

Cuando se habla de Jack Kerouac siempre se alude a En el camino, pero no son menores otros libros suyos como Los subterráneos o Los Vagabundos del Dharma. En este último, su prosa es tan salvaje como siempre: fluye como un torrente, acompaña al lector como si ambos corrieran por inmensos parajes atrapando ideas. La escritura de Kerouac es una tormenta, un huracán lleno de frases que te dejan sin aliento. Es un poema en prosa que va a la velocidad del viento.
En este texto lírico y arrebatador, Ray Smith (Kerouac) está obsesionado con el budismo y la filosofía zen, y admira a quien le enseña el camino, su amigo Japhy Ryder (Gary Snyder). Ambos sueñan con la pureza, la revolución de los mochileros, el sentido espiritual de la vida entre las montañas. Ray Smith recorre parte del país a dedo, en autobús, subiéndose a trenes en marcha. Participa en locos actos poéticos y en juergas de los beat. Se adentra en los bosques y medita. Vive en cabañas y hace excursiones. Todo con un fin: buscar el sentido de la vida y buscarse a sí mismo.
Ciertos pasajes me recuerdan al Sutree de Cormac McCarthy, lo cual me hace suponer que a McCarthy le influyó la prosa hipnótica de Kerouac. En estos dos libros el protagonista se refugia en la naturaleza, atraviesa períodos de soledad, describe paisajes hermosísimos y sabe que esa es la única manera de ser puro, salvaje. Libre.