domingo, diciembre 18, 2005

Mamet y el lenguaje (La Opinión)

He leído esta semana a David Mamet, un creador de quien todo el mundo ha visto alguna película dirigida por él, o alguna película dirigida por otro pero con guión de su firma, o alguna obra de teatro. Los dos libros que he leído son “Al sur del Edén” y un volumen que engloba un estudio sobre su figura, la obra teatral “Glengarry Glen Ross” y el guión de “Casa de juegos”, que se convertiría en su primer filme tras las cámaras. Rastreando las librerías se pueden encontrar otros títulos de su prolífica carrera como escritor: novelas y artículos, ensayos y guiones, como los de “La ciudad de las patrañas”, “Los intocables de Elliot Ness”, “La vieja religión”, “Escrito en restaurantes” o “Una profesión de putas” (con esa expresión se refiere al empleo de guionista). Porque Mamet ha hecho casi de todo: su celebridad proviene de su eficacia como dramaturgo y de su éxito en los escenarios de Norteamérica, pero también es novelista, poeta, ensayista, director de cine, guionista.
Cuando me refería a que todo el mundo ha visto alguna obra con guión suyo no exageraba. Citaré algunos de sus célebres guiones: “El cartero siempre llama dos veces” (versión Nicholson y Lange), “Los intocables”, “¿Qué pasó anoche?”, “Veredicto final”, “Hoffa”, “La trama”, “La cortina de humo”, “Hannibal” o “Spartan”. Algunos de estos títulos los dirigió él mismo, además de otros como “Homicidio” y “State and Main”. En cuanto a sus obras teatrales, en España se han representado “El búfalo americano”, “Oleanna” o “Métele caña”. Mamet posee una habilidad especial para capturar el habla de las personas, ya se trate de gángsteres, policías, timadores, abogados o vendedores de las inmobiliarias. En “Al sur del Edén” Mamet introduce reflexiones sobre política, paisajes, artesanos de Vermont; nos cuenta sus impresiones cuando compra un viejo escritorio de roble, y lo ilustra con fotografías de su cabaña, de paisajes nevados, de individuos de la tierra. El otro volumen lo compré para leer “Glengarry Glen Ross” (está dedicado a Harold Pinter, el último Premio Nobel, cuyas obras sirvieron a Mamet de inspiración), y de paso me aventuré por “Casa de juegos”, brillante propuesta sobre el ambiente de los timadores y de sus recursos, señuelos y trampas.
Pero lo primero que me enganchó de David Mamet fue “Glengarry…” Supe de este texto hace años, cuando se estrenó la película de James Foley de idéntico título (con el añadido, en España, del bochornoso subtítulo “Éxito a cualquier precio”). Mamet escribió el guión partiendo de su texto teatral, que únicamente abarca dos actos. La película, por desgracia desconocida para el gran público y “condenada” a los circuitos menos comerciales, a las filmotecas y a los festivales, contó con un reparto que quita el aliento: Al Pacino, Jack Lemmon, Ed Harris, Kevin Spacey, Alan Arkin, Jonathan Pryce y Alec Baldwin (en su mejor interpretación). Dos meses atrás rebusqué en mi videoteca: la tenía grabada y volví a verla. Después quise comprarla en dvd. Cuando me cansé de buscar, de pronto un domingo, en El Rastro, encontré por azar una copia. Luego adquirí el librito. Hay diferencias entre la obra y la película. Dado que el texto era corto, Mamet amplía las escenas: dos o tres transcurren en la calle y en un par de casas. Y, además, inventa un personaje nuevo y, por tanto, una nueva escena: el soberbio monólogo en el que un superior (Alec Baldwin) impreca, humilla e insulta a los vendedores de la inmobiliaria. Viendo la película, leyendo la obra, uno sabe que Mamet también podría haber ganado el Nobel: su descripción de las penurias de los trabajadores, mediante el uso de su lenguaje, es literatura en estado puro.