domingo, marzo 17, 2024

Cartas desde el manicomio, de Dario Džamonja

 

Un descubrimiento enorme. Dario Džamonja (1955 - 2001) tenía el mismo tono literario de dos de mis autores predilectos: John Fante y, quizá en mayor medida porque ambos emigraron a EE.UU., Serguéi Dovlátov. Esto es, un tono en el que predominan una mirada llena de sarcasmo, una poética que nunca cae en el sentimentalismo y una autocrítica siempre teñida de humor, aunque el autor bosnio tiene su propia voz narrativa. Para mí, Fante y Dovlátov y Džamonja (y también Bukowski y alguno más) logran el milagro de hacernos pensar que ser un perdedor no está tan mal, incluso que posee cierto estilo que, es obvio, sólo puede conferirle la literatura.
 
A caballo entre Sarajevo y algunas ciudades de Estados Unidos, entre la guerra y la paz, entre dos matrimonios y dos hijas, Džamonja escribe vistazos, relatos, él diría cartas, en los que se resume el drama del hombre al que sorprende la guerra, del tipo que emigra, del que siente morriña de su tierra aunque allá sólo haya masacres. Un hombre que bebe en exceso y que de vez en cuando suelta genialidades, como cuando le dice a su primera ex mujer: Dijana, yo en la vida he cometido dos grandes errores. El primero fue casarme contigo y el segundo, separarme de ti. Publica Sajalín y traduce, con mucha fluidez, Marc Casals. Así comienza la historia titulada “La otra cara de la moneda”:

Soy consciente de que, para el lector, todo esto que voy escribiendo tiene cada vez menos sentido y de que, tras leer mis relatos, se pregunta, con razón:
-Joder, ¿es que en esa América no hay nada bueno?
Allí viven más de doscientos cincuenta millones de personas y nadie se queja tanto, nadie lloriquea tanto como ÉL.
ÉL, que nació en una callejuela de Sarajevo, en un piso de una sola habitación sin baño propio (solo un inodoro turco que compartía con sus vecinos); que dormía en un mismo cuarto con su padre, su madre, su tío y su tía Ana (el abuelo y la abuela dormían en la cocina, en un viejo diván); que comía carne solo los domingos, y para quien la cocinita de leña era al mismo tiempo la calefacción y el “electrodoméstico” donde le hervían la sémola con leche, un plato que odia todavía hoy.
ÉL, que se convirtió en el alimento predilecto de las garrapatas y pulgas que emergían del suelo hecho de tablas de madera cubiertas con alfombras rústicas y de las paredes que no se habían vuelto a pintar desde aquella vez en que el archiduque Francisco Fernando visitó Sarajevo.



[Sajalín Editores. Traducción de Marc Casals]

En Aleteia: Mil uno

 

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Civil War: nuevo cartel

 


Dichos de Luder, de Julio Ramón Ribeyro

 

Le reprochan a Luder no separarse de una amiga que lo atormenta.
-No puedo. A fuerza de padecerlo, nuestro infierno se nos vuelve imprescindible.

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Amar a la humanidad es fácil, lo difícil es amar al prójimo.

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Le muestran un artículo en el que se habla de todos los escritores de su generación menos de él.
-Me libré de la redada –dice Luder.

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-¿No te preocupa escribir desde hace treinta años para haber alcanzado tan minúscula celebridad? – le preguntan a Luder.
-Por supuesto. Me gustaría escribir treinta años más para llegar a ser completamente desconocido.



[La Caja Books]

Cartel de Frida

 


Las 100 primeras películas de Nicolas Cage, de Paco Alcázar y Torïo García

 

Maravilla. De cabecera para el auténtico fan de Nicolas Cage: es decir, aquellos que al mismo tiempo idolatramos todos sus trabajos y no podemos impedir reírnos con sus loquísimas decisiones (los peinados, las pelucas, las excentricidades, las pelis basura). El auténtico seguidor de Nic Cage intenta verse todo incluso sospechando que está a punto de tragarse un subproducto.

Paco Alcázar y Tönio García consiguen repasar su filmografía hasta principios de 2020 mediante comentarios jocosos y a la vez de fans absolutos sobre cada película, y acompañan a la ficha con caricaturas grandes del personaje que toque. Me he reído en cada página y me he vuelto más fan, si es que eso era posible.



[Astiberri]

Trailer de Wildcat

 

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Late Night with the Devil: 2 carteles

 



En Aleteia: Concrete Utopia

 

 

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Lista de los Oscar 2024

 

 

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The Fall Guy: 2 carteles

 



The Crow (2024): primer cartel

 


martes, marzo 05, 2024

Escapada, de Evelyn Scott

 

La autobiografía de Elsie Dunn, nombre real de la autora, empieza cuando a los 20 años se fuga con un hombre casado de 40. Como el mundo está en guerra, acaban en Brasil. Lo que parecía una aventura romántica se convierte en un infierno: son muy pobres, no pueden adquirir la nacionalidad brasileña ni obtener pasaporte, no pueden salir hasta que termine el conflicto, y, entre la miseria, el hambre y la concepción de un hijo y el estado de enferma que padece ella después de alumbrar, no falta la presencia continua de hormigas, cucarachas, murciélagos, serpientes y otros bichos que les hacen la vida intolerable. Unos fragmentos:

El amor verdadero es la abnegación del yo, y resulta inapropiado en la relación entre ambos sexos. Los sacrificios que se hacen por un niño muy pequeño no imponen sobre esa criatura la carga de compromiso que un adulto debe sentir en circunstancias similares. En mi propia familia he visto demasiado bien lo que implica el autosacrificio. Las personas que afirman vivir solo para los demás evaden la responsabilidad de su propia cobardía y confieren a su gratificación personal una forma más sutil mediante un truco que les concede superioridad moral. No me perturba la idea de tener un hijo.

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Pero además odio mi cuerpo, al que no puedo controlar, lo odio porque no es capaz de rebelarse por entero. Hay un momento en el que dolor lo es todo, en el que el dolor se apodera de mí de manera tan absoluta que ya no poseo el saber de la consciencia, y pienso sobre todo en que me dejen sola, pienso en la paz, en una especie de quietud extinta. No quiero saber nada nunca más. Ya sé demasiado, y llevo la carga de entender un mundo que es mío solamente. No puedo arrastrar a este horror a las personas a las que quiero y que ya están escasas de felicidad. Pero me pregunto cómo es posible seguir llevando para siempre conmigo una experiencia no compartida, la más profunda que me he encontrado nunca.

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Aquí no hay médicos, ni medicinas, pero lo peor de todo es que no hay dinero con el que comprar la liberación de la necesidad de hacer cosas para las que se está físicamente incapacitado. No hay dinero para comprar descanso, el derecho a estar enfermo y a ponerse bien de nuevo. Los
currals están todavía a medio acabar. Queda tierra por desbrozar. Y leña que cortar.



[Muñeca Infinita. Traducción de Esther Cruz Santaella]  


Asphalt City: 2 carteles

 



Cartel de The Ministry of Ungentlemanly Warfar

 


Primer trailer de The Watchers

 

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Próximamente: Si te gusta la oscuridad

 

De Stephen King. En Plaza & Janés.

Wicked Little Letters: 3 carteles

 




En Aleteia: Orión y la oscuridad

 

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Cartel de The Strangers: Chapter 1

 


Road House: nuevo cartel

 


martes, febrero 27, 2024

Las bestias, de Gijs Wilbrink

 


Con el éxito de ventas y de crítica de esta novela, su autor, el también músico Gijs Wilbrink, ha demostrado que puede escribir un libro de diálogos y personajes y ambientes a la manera de esa potente literatura sureña de Estados Unidos que en España publican las editoriales Sajalín y Dirty Works… pero situado en territorios de los Países Bajos. Ya sabéis: bosques, entornos rurales, gente de pueblo enfrentada, rifles y trampas para cazar, mujeres fuertes, hombres con mirada de pitbull, problemas de drogas y de alcohol, individuos que se saltan las leyes a la torera, asfixia por llevar toda la vida en zonas en las que el regreso del pasado y cierto provincianismo no les permiten avanzar.

Además de esas virtudes, lo que más sorprende del libro de Wilbrink es la estructura tan inteligente del libro. Se alternan dos tiempos narrativos que se acaban solapando y también dos voces narrativas. Empieza con una historia sobre hombres que van de caza con su sobrino, un niño que tendrá el futuro marcado a partir de entonces, pero en realidad uno va advirtiendo que no es una historia de hombres que venden bestias y que parecen bestias, sino la historia de tres mujeres que tratan de salir adelante en ambientes hostiles. Sorpresa tras sorpresa, Wilbrink nos introduce en una violencia latente, que parece que va a estallar pero de momento sólo estalla en los diálogos, en las actitudes.

El inicio de esos dos tempos narrativos es así: en uno se nos relata la infancia y la juventud de Tom Keller, ese niño que fue a cazar con sus tíos; en el otro, la desaparición de Tom cuando ya es un hombre mayor casado y con descendencia. Una historia explica a la otra porque, como nos enseñaban en Magnolia, el pasado siempre vuelve porque no ha acabado con nosotros aunque parezca que lo hemos dejado atrás. Así comienza Las bestias:  

A mí no me gusta hablar, pero en mi opinión, todo empezó a torcerse para Tom Keller aquella noche en la que sus dos tíos se lo llevaron al bosque y lo obligaron a hacer cosas que un niño de nueve años no debería hacer nunca. Era imposible que Frank, el padre del pequeño, lo hubiese permitido. Aunque, en realidad, creo que Frank no estaba al corriente, a pesar de que por aquel entonces aún no lo habían metido en chirona.
Sin embargo, no tardaría en enterarse y acabaría sabiendo lo que todos supimos: que Johan y Charles se llevaron consigo a aquel pobre chaval durante la noche más larga del invierno. Se fueron con él al bosque en su apestoso y desvencijado Volvo, entre cuyas ruedas habían tensado un alambre, de esa guisa cruzaron a todo trapo los helados senderos forestales y cuando llegaron al final del camino dejaron que aquel niño –su propia sangre, su sobrino– regresara a pie para recoger del suelo los conejos decapitados.
Aquellos dos ni siquiera se volvieron para mirarlo. Estaban de un humor de perros; aquella noche las bestias estaban inquietas, se avecinaba una tormenta.
El interior caldeado y húmedo del Volvo debía de apestar a sudor y a tabaco de liar, mezclados con el tufo de unos cuantos faisanes, liebres y turones muertos y desollados que los hermanos habían dejado sobre la bandeja trasera. En la oscuridad, los cadáveres parecían el viscoso pedazo de carne de un animal con seis patas delanteras y tres colas.



[Bunker Books. Traducción de Catalina Ginard Féron]

Horizon: An American Saga: trailer oficial

 

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Cartel de The New Boy

 


Próximamente: Cartas desde el manicomio

 

De Dario Džamonja. En Sajalín Editores.

Cartel de Borderlands

 


Ghostbusters: Frozen Empire: nuevos carteles

 


En Aleteia: Le pupille y The Shepherd

 

 

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Vuelos separados, de Andre Dubus

 

Tras las 2 ediciones de Adulterio (Edhasa, con 3 relatos más en plan antología, y Gallo Nero, con mejor presentación y tipo de letra) andaba con ganas de regresar al mundo de Andre Dubus, quien además fue amigo de Peter Orner. Vuelos separados contiene 5 cuentos y 2 relatos muy largos, casi novelas cortas. En casi todos volvemos a encontrarnos con personajes muy en la línea de Cheever y, con excepciones, metidos en parejas que se derrumban: matrimonios en crisis, parejas jóvenes que se lo empiezan a plantear, gente que no se decide entre sus amantes... Los personajes de Dubus suelen ser infieles y beben muchísimo: algunos son alcohólicos no reconocidos y otros son bebedores sociales. El mejor relato de esto que digo es "Ya no vivimos aquí" (que inspiró una película que no he visto). Y acaba de aparecer otro libro de historias del gran Dubus: Encontrar a una chica en América.



[Gallo Nero. Traducción de David Paradela López]

Cartel de The Convert

 


DogMan: 2 nuevos carteles

 



martes, febrero 20, 2024

Melancolía, de Jon Fosse

 

 

Düsseldorf, por la tarde, otoño de 1853: estoy echado en la cama, vestido con mi traje de terciopelo lila, mi fino y elegante traje, y no quiero ver a Hans Gude. No quiero escuchar a Hans Gude decir que no le gusta el cuadro que estoy pintando. Solo quiero quedarme en la cama. Hoy no tengo fuerzas para ver a Hans Gude. Porque ¿y si a Hans Gude no le gusta el cuadro que estoy pintando y le parece que es penosamente malo, y si le parece que no sirvo para pintar? ¿Y si Hans Gude se pasa su delgada mano por la barba y me mira duramente, con sus rasgados ojos, y me dice que no sé pintar, que no tengo nada que hacer en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, nada que hacer, ya puestos, en ninguna academia de bellas artes? ¿Y si Hans Gude me dice que nunca llegaré a ser pintor? No puedo permitir que Hans Gude me diga eso.

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Åsane, tarde, finales de otoño de 1991: él, Vidme, camina en medio del viento y la lluvia, en medio de la oscuridad, es escritor, tiene treinta y tantos años y en este momento avanza por una acera envuelto en su viejo abrigo gris, bajo un paraguas negro. Vidme avanza por una acera, con el cuerpo echado hacia delante, contra la lluvia y el viento, camina con el rostro ligeramente vuelto, apartado de la calle, mientras una larga hilera de coches que nunca se convertirá en un coche detrás de otro, piensa Vidme, pasa por su lado. Vidme ve, a pesar de que ha vuelto el rostro y no mira hacia la calle, que la luz de los coches brilla en la lluvia que cubre el asfalto. Vidme sigue caminando, pensando que tendrá que presentarse y luego exponer su caso. Tiene que hacerlo y acabar de una vez con todo este lío.




[Random House. Traducción de Ana Sofía Pascual Pape]

En Aleteia: Jon Fosse

 

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Blancura, de Jon Fosse

 

 

Me subí al coche y me marché. Me sentó bien. El movimiento me hizo bien. No sabía adónde iba. Simplemente me marché. Me había embargado el aburrimiento, a mí que nunca me aburro me había embargado el aburrimiento. Nada de lo que se me ocurría hacer me producía el menor placer. Así que hice cualquier cosa. Me monté en el coche, empecé a conducir y donde podía elegir entre doblar a la derecha o a la izquierda, doblaba a la derecha, y en la siguiente bifurcación, donde podía elegir entre la derecha o la izquierda, doblaba a la izquierda. Y así fui avanzando. Al final me metí por un camino forestal y a medida que me adentraba en él las huellas de las ruedas se fueron haciendo tan profundas que noté que el coche empezaba a atascarse. Pero seguí adelante, hasta que el coche se atascó del todo. Intenté dar marcha atrás, pero no funcionó, así que paré el coche. Apagué el motor. Y me quedé sentado en el coche. Vaya, hasta aquí he llegado, aquí me he quedado, pensé, y me sentí vacío, como si el aburrimiento se hubiera transformado en vacío. O quizá más bien en miedo, porque sentí cierto temor allí sentado en el coche, mirando al frente, al vacío, como si mirara hacia una nada. Hacia el interior de una nada.



[Random House. Traducción de Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun]

Trailer de Sasquatch Sunset

 

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Premios BAFTA 2024

 

 

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Back to Black: nuevo cartel

 


Fernando Delgado (1947 - 2024)

 


Dune: Part Two: nuevo cartel